Los climas emocionales, ese fenómeno escurridizo

En otros artículos hemos hablado de nuestro circuito energético  que está especializado en dar distintas respuestas al mundo externo e interno según las necesidades de cada momento, y también en el artículo de los sueños hablamos de la importancia de los climas emocionales. 

Por Jordi Jiménez

Dijimos que los centros de respuesta en realidad están trabajando en estructura, interrelacionados entre ellos, de forma que cuando uno se desajusta, esto afecta a los demás. Desde el punto de vista energético son desajustes en la circulación de la energía entre los centros. Uno de los más frecuentes es el desajuste emocional. Estamos hablando de alteraciones energéticas no sólo en sentido negativo, sino también en sentido positivo. Por ejemplo, puede haber ocurrido algún suceso de fuerte contenido emocional (una pérdida, un fracaso, una desilusión, etc.) que bloquea o dificulta la normal circulación de la energía psicofísica en el centro emotivo. Pero también puede haber ocurrido un suceso de una inmensa alegría que nos desborda y eso también provoca un desequilibrio en la circulación energética, pero esta vez en positivo. En ambos casos entramos en lo que nosotros llamamos «un clima», un clima emocional.

Se le llama clima precisamente por las similitudes metafóricas que tiene con el tiempo atmosférico: algo difuso, amplio, que afecta a todo o que puede cambiar de un día para el otro. Los climas emocionales son algo así. Son poco definidos, difíciles de apresar o de explicar con claridad, afectan a toda nuestra estructura energética dejándonos sin ganas de nada, con sensación de sin futuro y todo ese tipo de cosas (en el caso de los climas negativos) o con un subidón de alegría inmensa que nos abre el futuro (en el caso de los climas positivos). Sí, muchos están pensando: “bueno, a lo primero se le llama depresión y a lo otro, euforia, ¿no?”. Está bien, una depresión geográfica es una zona de altura menor que sus circundantes y los registros de bajón energético son claros en el primer caso, así que la metáfora de la depresión está muy bien. Pero “depresión” también es un diagnóstico clínico de cierta gravedad, al igual que euforia es otro diagnóstico clínico con unos síntomas bien definidos, y nosotros ya hemos advertido que nuestra psicología no entra en patologías ni en terapéuticas asociadas a tales patologías. Nosotros describimos sensaciones y registros a partir de la experiencia, de la vivencia (de los fenómenos) y con ellos vamos tratando de comprender lo que ocurre para ir avanzando en una vida coherente y unitiva.

Así que experimentamos climas emocionales y ello altera el funcionamiento de otros centros de respuesta. Por ejemplo, si estoy con un clima pesado u oscuro noto que no tengo ganas de moverme ni tampoco pienso con claridad. Efectivamente, los centros motriz e intelectual han quedado con menos energía debido a que el emotivo está restando esa energía del circuito. Esto muestra el funcionamiento en estructura de todo el circuito energético, la interacción entre centros, o ya vimos en uno de los primeros artículos de esta serie. Si, por el contrario, estoy con un clima positivo de inmensa alegría, al revés, tengo ganas de moverme, de saltar, gritar, y también percibo que estoy más lúcido y despierto. El circuito energético ha quedado afectado en su globalidad por ese estado emocional que en este caso trabaja en positivo aportando energía al resto de centros.

¿Qué podemos hacer cuando un clima negativo nos invade?

El tema es qué podemos hacer cuando un clima negativo nos invade, nos chupa la energía, nos bloquea. Tal como dijimos, la energía circula de abajo hacia arriba, por tanto, un bloqueo en el centro emotivo sólo se puede manejar desde los centros inferiores, en este caso, desde el centro motriz que es el que está inmediatamente debajo del emotivo. Así que, una de las mejores cosas que podemos hacer es movernos. La gente intuitivamente ha reconocido esto. Cuando alguien se encuentra mal le dicen: tienes que salir, tienes que moverte, hacer cosas, no te quedes en casa, etc. Efectivamente, aunque sea a nivel intuitivo, se ha reconocido que en los casos de climas negativos una de las mejores cosas que se puede hacer es moverse, sencillamente hacer cosas, es decir movilizar el centro motriz para que la energía suba y se restablezca la circulación energética normal. Obviamente en casos de climas fuertes y pesados no se arregla la cosa sólo con salir a pasear un rato por la tarde, pero en los casos de pequeños climas el hecho de moverse siempre ayuda, facilita o en todo caso mejora un poco la situación emocional de la persona.

Desde luego que cuando uno está “climatizado” no tiene ningunas ganas de hacer nada. Como ya dijimos, los centros contiguos están sin energía. Pero hay que moverse, aunque no se tengan ganas, para restablecer la circulación energética y así modificar el estado emocional. Empezar por algo suave y corto como una caminata breve y agradable, por ejemplo, y hacerlo periódicamente como si fuese un jarabe que hay que tomarse cada 8 horas, aunque sepa a rayos.

En un artículo anterior ya hablamos de las tensiones corporales, asociadas sobre todo a la musculatura estriada (la de movimientos voluntarios), vimos las ventajas de relajar esas tensiones y algunas prácticas para hacerlo. Así que podríamos estudiar las tensiones y los climas, como dos de los principales componentes del autoconocimiento, para hacer un primer análisis de situación actual y ver algunas prácticas para modificar esas tensiones y climas. Para ello os invitamos a leer el siguiente capítulo del libro «Autoliberación» de Luis Ammann que encontraréis aquí:  https://es.humanipedia.org

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